“‘El equilibrista’ me dio lo máximo que se le puede dar a un actor en la Argentina. Los máximos reconocimientos, críticas, premios y satisfacciones personales. Pocas veces un espectáculo ha producido tanto en el público de su país y de los otros países en los que estuve”.
Ese es el nivel de agradecimiento que tiene Mauricio Dayub a su multipremiada obra, en el diálogo mantenido con a LA GACETA antes de que hoy la presente por última vez en Tucumán, con función desde las 20 en el teatro Mercedes Sosa (San Martín 479), en la gira despedida de la obra que coescribió con Patricio Abadi y Mariano Saba, con dirección de César Brie.
El texto le permite abordar distintos personajes en un buceo que hizo sobre sus historias familiares, que terminan siendo las de todos los que tienen un antepasado inmigrante en el país, en la confluencia de identidades que forjó el particular ser argentino. La destreza actoral, la ductilidad que le permite desdoblarse en muchos, la precisión en las transiciones, un ritmo que no decae y una letra apela a la emoción sin caer en golpes bajos, hizo de la obra y su puesta una referencia de la escena nacional y merecedora del Konex al mejor unipersonal de la década en 2021.
- ¿Cuál es tu balance a lo largo de los años?
- Es un balance lleno de agradecimiento, a los jurados de los premios, a la crítica que me ha distinguido, al público que me eligió y a ese pacto que hice en mis comienzos cuando parecía que mi desarrollo artístico no iba a ser posible, cuando intuía que lo mío iba a ser a largo plazo: me prometí no aflojar apostando a que si yo trabajaba, pulía y mejoraba mi oficio, algún día las cosas se me podían llegar a dar.
- ¿Qué te planteaste cuando comenzaste a hacerla?
- Mi decisión antes de hacer este espectáculo fue aportarle un grano de arena al teatro argentino, tratando de hacer el que a mí más me gustaba y que no veía sobre el escenario. Tuve que redifinir el teatro que me gustaba. Quise homenajear a grandes que admiraba como Charles Chaplin o Buster Keaton, capaces de desarrollar todas las capacidades de un actor. Y en el camino encontré una manera de compartir el escenario que me representa mucho. Y es tratando de lograr que lo que hago sobre el escenario le permita al espectador imaginarlo pero en su propia vida. Por eso genera una emoción intransferible “El equilibrista”, porque cada espectador ve reflejada su propia vida y la de su familia. Entre mis otras creaciones, tiene algo en común con la primera obra que escribí, que ganó 17 premios, que es “El amateur”, de la cual también se hizo una película. Ambas divierten y conmocionan. Ambas van detrás de sentimientos personales muy profundos que coinciden con los del espectador.
- ¿Qué aprendiste de vos mismo haciendo esta obra?
- Aprendí y confirmé que siempre podemos más de lo que imaginamos. Que a un éxito de casi 10 años con 2.753 funciones como “Toc Toc”, le podía seguir lo que nadie esperaba: otro aún mayor y con resonancia personal, profesional y familiar extraordinaria. Que a la intuición y al deseo personal hay que seguirlos siempre. Que nadie tiene que desmerecer su propia vida por falta de adhesión. Confirmé que adentro de cada uno de nosotros está lo mejor que podemos encontrar.
- ¿Con cuál de los personajes te quedás?
- No podría elegir uno porque la magia del espectáculo se produce justamente por la cantidad y la diversidad de roles que hago, y por las distintas formas en que van apareciendo y el modo en que reflejan a los integrantes de la familia del público. Están construidos para aludir a otros, a los que cada espectador conoce. Y son igual de empáticos porque aparezco yo en mi juventud, mi padre, mis tíos, mis abuelos y todos los parientes juntos en una escena que me enorgullece porque, por ejemplo, el crítico del diario El Ciudadano de Rosario, Miguel Passarini, la definió como la mejor del teatro argentino de los últimos 20 años.
- ¿Ese buceo en tus antepasados reales y posibles fue una búsqueda de identidad que estuviste haciendo?
- Encontrar a nuestros antepasados nos produce algo difícil de poner en palabras. Esclarece algo esencial de nuestra vida. Es como descubrirse a sí mismo. La experiencia inesperada que viví, convencido por mi abuela de que no quedaban familiares en el lugar, produjo una sorpresa definitiva en mi vida y en la de mi familia. Es muy recomendable bucear ahí. Descubrí algo esencial que definitivamente modificó mi futuro, no solo por lo que produjo en mí y en mi familia, sino porque hoy esa historia ha representado la vida de más de 400.000 espectadores.
- En tiempos de la polémica con “Homo Argentum”, ¿“El equilibrista” es la cara amable de la construcción de identidad nacional?
- No quisiera comparar esta obra con la película, porque lo que sucedió fue más allá de lo cinematográfico. No fue juzgada como película. Creo que Guillermo Francella es un gran actor, elegido desde hace años como pocos por el público, y que los directores han demostrado su talento en muchas propuestas a lo largo del tiempo. Lo demás ha sido parte de una disputa partidaria que no me parece bueno mezclar.
- ¿Qué se viene a partir de ahora con este cierre de etapa?
- Tal vez se vengan tiempos de volver a lo audiovisual para mí, aunque no tan pronto porque en 2026 nos esperan ciudades de gira a la que todavía no hemos podido llegar y algunos países como Chile, Paraguay y una invitación para un Festival Internacional en República Dominicana.
- ¿Cómo es mantener una sala independiente en este momento histórico del país, en tu experiencia como dueño del Chacarerean?
- En todas las épocas, tener una sala de teatro independiente ha sido como timonear un barco en alta mar. Este momento lo hace aún más incierto pero no dependemos del Estado para mantenernos, sino de nuestro público, del nivel de la oferta que le podamos hacer. Eso es siempre una lucha de las que vale la pena llevar adelante. Es una lucha estética, artística, de contenidos, de calidad. Cuando uno logra programar una buena obra, disminuyen las dificultades coyunturales. Pero me apena el momento que vivimos: somos un país muy rico en muchos sentidos que no debería atravesar las circunstancias que enfrenta; no logramos ponernos de acuerdo en lineamientos básicos de funcionamiento ciudadano. Estamos cíclicamente avanzando y, a la vez, dando pasos hacia los costados y a veces también retrocediendo. La política -para mí- es el arte de hacer el bien común y brego por eso, pero vivimos tiempos muy confusos. Nos hemos apartado mucho de la verdad.